Hace unos años, vislumbré la posibilidad de hacer realidad uno de mis anhelados sueños desde que tengo uso de razón, el de viajar a la ciudad de la luz, llamada así porque por la noches, todos sus monumentos más emblemáticos están iluminados con miles de bombillas, embelleciendo y enalteciendo las fachadas de luces y sombras que hacen una bella estampa de Notre Dame, la Torre Eiffel, el Arco del Triunfo y engrandecen, los paseos a pie por los jardines majestuosos, los paseos fluviales por el Sena, contemplando los puentes dorados y negros y dando un paseo tranquilo, sosegado, agarraditos de la mano, por las aceras de esta bella ciudad de la que yo estoy enamorada desde siempre, lo confieso.
Cuando años atrás conocí al que hoy es mi marido, nunca pensé que él me daría la gran oportunidad y la gran alegría de poder disfrutar y de hacer realidad este sueño, pero a él afortunadamente para mí, le pareció fenomenal y no puso ningún impedimento, al contrario, le hizo ilusión ir allí también.
Después de mi boda el 16 de Mayo de 1998, por el trabajo y circunstancias personales que no voy a narrar ahora, no pude coger los 15 días de vacaciones por matrimonio hasta Julio de ese mismo año, con lo cual , decidimos ir a París, en ese mes, y el fin de semana siguiente a nuestra boda, nos fuimos a Granada, una ciudad también pintoresca, mora, misteriosa, bella, embaucadora, donde pudimos contemplar también maravillas, como la catedral con sus catafalcos , donde reposan eternamente las cansadas estatuas pétreas de nuestros siempre famosos Reyes Católicos. La maravillosa obra de la naturaleza, Sierra Nevada, que surge en el horizonte, adornando la ciudad, con un manto blanco, como si de una virgen se tratara, fría y hermosa, allí engalanando la cima de Granáaaaaaaaa. La majestuosa Alhambra, monumento histórico, morisco y lleno de color, sus jardines, que con sus sonidos lisonjeros de las aguas de las fuentes cayendo alegres en multitud de caños y paseando tranquilos por esas pequeñas veredas moriscas , todo eso nos regala al alma un placer infinito, rodeados de leones hieráticos , testigos del paso del tiempo a cuyo frente les saluda airoso y con salero el Albaicín, barrio por antonomasia, fiel a Granada, el casto y morisco barrio, que engrandece el amanecer granadino. También disfrutamos mucho de este viaje, pero de él hablaré en otra ocasión.
Pues bien, llegó el deseado mes de Julio del 1998, y los nervios me comían las entrañas, sentía una hormiguilla que me devoraba el estómago y que subía para la garganta, seca la boca de la tensión, porque se me juntaban, la alegría de hacer mi sueño realidad, a la experiencia nueva de montar en un avión. Llegamos al aeropuerto de madrugada y después de pasar los controles de seguridad, y de facturar nuestro equipaje, nos avisan por megafonía para ir a embarcar en el pájaro metálico, sofisticado e inmenso que nos esperaba aparcado en la pista. Entramos en un túnel acoplado desde la puerta de salida, al aparato y nos introdujimos en el avión. Comenzaba nuestra particular odisea y aventura posterior. ¡Que para más inri! en vez de dos se convirtieron en cuatro viajes en avión, ¡ahí es nada! ¡No querías sopa, pues toma tres tazas!
Una vez dentro, buscamos nuestro par de asientos y yo muy cortésmente cedí el ventanuco a mi maridín, yo prefería ir viendo la película del video que teníamos encima del asiento delantero, coloqué mi bolso de mano en el reposa maletas superior y me senté. Una vez sentados apareció una azafata, muy amable y nos dio la bienvenida a todos los pasajeros en dos idiomas, español e inglés, seguido de unas nociones básicas de seguridad, como las ubicaciones de las cuatro salidas en caso de accidente, o cómo coger la mascarilla de oxígeno, con lo cual medio tranquila que iba, y con esas recomendaciones muy útiles, acabé un poquito más acojonada.
Empiezan a rugir los motores del avión, con un sonido que poco a poco iban reventando los tímpanos. De pronto empieza a marchar suavemente, y en cuestión de segundos, miro por el ventanuco desde mi asiento claro, y veo como si viera mi vida pasada pasearse en un flash, todo aprisa y corriendo, hasta que se inclina el aparato y como si de un barco zozobrando se tratara, se veía el paisaje inclinado y de repente, mientras aún el sonido era más ensordecedor, se queda el paisaje azul celeste, acompañados de unas nubes blancas, y se estableció el nivel del avión y ya así comenzamos el vuelo, mientras subíamos , estábamos también nosotros inclinados hacia arriba, como si fuésemos a ir directos a la luna, pero al final, la posición se normalizó así como el motor ya no sonaba tan fuerte. Yo no quería ni pensar, que íbamos volando, porque si lo hacía me entraba una inquietud que no quería que se convirtiera en histeria, pensaba que estaba en la playa, cerraba los ojos y respiraba hondo, he intentaba sosegarme, y menos mal que no tengo claustrofobia que si no, ahí encajonada en un habitáculo cerrado a cal y canto con paredes de acero solo con unas simples ventanillas al exterior y que está prohibido abrir, porque si no, nos congelamos y asfixiamos, pues ya me contareis, ¡qué maravilla para el claustrofóbico!. Jop!
Bien, pasó una hora y media y llegamos a Barcelona, allí el pájaro volador mecánico, empezó a dar vueltas hasta que pudo tomar la pista para aterrizar, teníamos que hacer escala en esa ciudad catalana. Pasadas unas horas porque llevaban retraso, nos volvimos a montar en otro avión, esta vez con destino a la ciudad deseada, pero ya lo superé y me acostumbré bien a volar, aunque de vez en cuando, el avión se movía y me entraban las siete cosas, que no voy a narrar jajaja. Volvió a pasar otra hora y media o así y aterrizamos en París, en el Aeropuerto Charles de Gaulle, nombre de un histórico Presidente de esa república, años atrás. Bajamos del avión y nos metieron en un bus que nos llevó directamente a la terminal, donde empezamos a ver, letreros publicitarios, personas hablando en francés, por doquier. Yo no cabía en mí de gozo, no entendía demasiado, algunas cosas sí, pero no soy experta en ese idioma, aunque me encantaría hablarlo, de hecho, ese es otro de mis sueños anhelados.
Pues bien, recogimos las maletas engalanadas con cintas rojas, por aquello de que no fuera a ser que hubiera algunas igualitas y nos confundiéramos, y con toda su gracia, se pasearon tranquilamente por la cinta transportadora hasta que llegaron a nuestras manos, y ya saliendo, nos encontramos al chico que nos venía a buscar al aeropuerto, que portaba un letrero donde se leía: “El corte inglés”¸que como bien imaginaréis era la agencia por la que fuimos a ese viaje. Ya con su furgoneta, nos recogió a nosotros y a otra pareja más, también españoles, y se dispuso a llevarnos al hotel.
El chico hablaba español perfectamente, cuando nos llevó por aquellas inmensas avenidas, cuando vi allí la silueta inconfundible de la torre Eiffel, a lo lejos, no podría expresar con palabras lo que sentí en ese momento, yo creo que se me quedó grabada en las pupilas aquella imagen en directo, que siempre había visto o en libros, fotos o en televisión, pero no, era real. Llegamos a nuestro hotel, también muy bonito y acogedor, estaba en pleno centro, justo enfrente había una pizzería, donde cenamos casi todas las cinco noches que vivimos efímeramente en aquella ciudad.
Otra nueva odisea se nos presentó, explicarnos en la recepción, vagamente entendí algunas cosas, yo preguntaba al estilo indio, ¿dónde comer pasta? ¿Cuándo desayunar? o cosas así, jajaja, y es que todavía me faltaba un poco de práctica, pero conseguí hacerme entender en muchas ocasiones y yo que me ponía más contenta que unas castañuelas. Una cosa que me llamó la atención de los franceses, es lo educados que son, entrábamos a cualquier negocio, bar, cafetería, hotel y siempre nos ponían una sonrisa y seguidas de las palabras mágicas: Bon jour! Me encantaba, eran muy amables, aunque digo yo que antipáticos también habrá, pero a nosotros que yo recuerde, no se nos cruzó ninguno. Y otra anécdota que recuerdo también es cuando entramos en un supermercado a comprar fiambre para hacernos un bocadillo, bien compramos el pan, pero me voy al charcutero y yo pensando que se pedía igual que en España , le decía: un quart jajajaa y el no me entendía claro, y en su idioma como pudo el muchacho, me quiso dar a entender que me lo vendía por lonchas sueltas, dos, cuatro o las que quisiera. En otra ocasión, Maxi y yo íbamos andando por la calle y nos paramos a pensar a ver por donde teníamos que tirar para ir a ver algo, y como estábamos bastante dudosos, un hombre que pasaba y que era Portugués y entendía el español perfectamente, nos oyó hablar y se dirigió a nosotros y muy amablemente , nos indicó.
En el hotel después de subir a la habitación, colocar nuestras cosas y ponernos a planear qué haríamos, decidimos dar una vuelta por los alrededores del hotel, y nos pusimos a pasear hasta que llegamos a unos grandes almacenes, que son como aquí El corte inglés, allí se llaman Galeríes Laffayete. Así pasamos la primera tarde en París.
Al día siguiente, estuvimos viendo monumentos tales como la archi famosa Torre Eiffel, construida por Gustave Eiffel, que fue muy polémica cuando la construyó, porque a la gente no le gustaba tanto hierro, sin embargo con el paso del tiempo es un símbolo internacional inconfundible. De allí montamos en los bateaux turísticos, que te dan un paseo por el Sena, en cuyas orillas, se encuentran los más importantes monumentos de la ciudad, Museo d´Orse, que fue durante la revolución francesa, una prisión donde estuvo presa la mismísima Mª Antoniette, mujer del rey Luis XVI, hasta que la guillotinaron.
También encontramos al paso del bateau, la famosa catedral Notre Dame, la dama de París, que con una música de auriculares de ópera, que íbamos escuchando a la vez que nos contaban su historia en español, me dejó impresionada, tanto que aquella imagen se me quedó grabada en las pupilas, porque estaba sintiendo tanto placer al contemplar esa majestuosa catedral, unido a la profundidad de la música clásica, que me sonó a gloria celestial. Una vez que íbamos llegando al puerto de salida del barco, pasamos despacio acariciando los pies de la Torre Eiffel, que ya a esas horas estaba iluminada, daba gusto deleitarse con aquella imagen nítida, lumínica, maravillosa. Me encantó verla tan engalanada de luces.
Después de bajarnos del barco, nos montamos en un tío vivo que hay al pie de la torre Eiffel, y nos dimos unas vueltecitas en el carrusel para probar a qué sabía montarse en un carrusel de épocas pasadas y en la misma París, naturalmente fue una sensación estupenda, casi volvimos a disfrutar como niños. Recuerdo que estuvimos cenando en un velador de un bar que había allí mismo, y nos sentamos a cenar, pedimos poulet, o sea pollo y claro nos trajeron un muslito de pollo para cada uno, un trozo de pan y una botellita de agua, pedimos lo mismo, pues nos cobraron cerca de tres mil pesetas de las antiguas a cada uno, menudo lujazo no? Jajajaja y vaya sablazo al bolsillo. Pero es que París es una ciudad muy cara y por si fuera poco, tuvimos que comérnosla a prisa y corriendo porque empezó a chispear.
También paseamos, agarraditos de la mano, como buenos recién casados, ¡no me quiero ni imaginar cómo iremos cuando pasen treinta años! jajaja disfrutando del paisaje parisino por la avenida de los Campos Eliseos que acaba en forma de estrella, cuya zona central de la que radian muchas avenidas es donde se ubica El Arco del Triunfo, y termina en la Plaza de la concordia, donde cortaron cabezas a raudales durante la revolución francesa. El Arco del triunfo es también un monumento muy emblemático erigido para conmemorar la victoria de una gran batalla que hizo Napoleón Bonaparte, pero a mí personalmente me gustó más por fuera que por dentro, pero lo que más me gustó fue la vista de París que se ve desde la azotea.
El segundo día fuimos a ver unos castillos que había en la zona del Río Loira, uno de ellos llamado de chenonceaux. Aquellos paisajes eran muy verdes, fantásticos; me recordaron mucho a Galicia. Visitamos otro castillo que vimos por dentro, no recuerdo el nombre, y luego nos dejaron estar un ratito viendo una montada medieval, con hombres vestidos de época y con buena música, hacían piruetas con los caballos, y contemplando los lagos que había allí y los bonitos jardines que lo acompañaban, pasamos una tarde estupenda.
Recuerdo que otro día fuimos a visitar el Museo del Louvre, que es mundialmente conocido, nos llevó toda la mañana verlo, era enorme y aún así nos faltó tiempo para verlo entero, porque por la tarde teníamos concertada una visita en autobús, para ver la ciudad de noche. Por lo menos, nos dio tiempo a ver el famoso cuadro de la Gioconda, de Leonardo Da Vinci, que siempre nos deleita con una leve sonrisa, que muchos críticos de arte, han dudado si lo es realmente o si por el contrario, es una mujer triste, y también encontramos allí la famosa estatua descabezada y alada, llamada la Victoria de Samotracia, de Miguel Ángel. Aquella jornada salimos a medio día del museo,a toda prisa y en un puesto ambulante nos compramos unos bocadillos, porque más tarde iríamos a ver otras cosas, y no nos daba tiempo a llegar a otra excursión que llevábamos contratada.
Otro día estuvimos viendo el Palacio de Versalles, una obra majestuosa de lujo y de llena de ornamentaciones ricas en oro. Era la casita de Luis XIV, muy humilde sí señor. jajaja Me llamó mucho la atención, porque eran muchísimos los salones de los que disponía el palacio, algunos con techos abovedados, pintados por los mejores pintores de esas épocas, cuadros preciosos que había que mirar desde abajo hacia arriba, todas las paredes unidas al techo por frescos maravillosos de vivos colores y magníficos. También pasamos por el Salón de Baile, lleno de grandes espejos cubiertos de oro, donde celebraban las fiestas, que serían muchas, el rey y sus nobles, y múltiples amantes, porque yo leí en cierta ocasión que Luis XIV o rey sol como quería que le llamaran, tenía en su palacio viviendo con él, a la reina oficial y a la amante preferida, y cada una de ellas, le dieron hijos, naturalmente ellas no se podían soportar, pero tenían que hacerlo porque no tendrían otro remedio, ¡pobrecillas!. Menudo jeta era el Rey sol. Y bueno recuerdo que nos contó la guía turística, que Mª Antonieta mando que le trajeran un jarrón de china que le costó muchísimo dinero. Con lo cual no me extraña que el pueblo se sublevara y se revolucionara, porque ellos vivían en el boato y el lujo mientras que la gente normal, se moría de hambruna. Y claro, se liaron a cortar cabezas en la Plaza de la Concordia y con razón. Aunque no apoyaré nunca la violencia, creo que ellos se lo buscaron.
Me gustó también mucho los inmensos jardines que lo rodeaban, todos con su césped cortado haciendo figuras, llenos de flores de vivos colores dispuestas haciendo figuras que encandilan el pensamiento, y sus árboles, cortados como si de un decorado se tratara, y en las fuentes, figuras humanas o animales mitológicos o simplemente reales, pero muy bellos, pétreos y muy bien esculpidos. Fue genial esta visita. Me gustó mucho, pero no dejaba de pensar qué injusticia, que todos los aristócratas de esa época, así como la familia real, disfrutaran de todo aquello, por ser hijos de…. Todo lleno de oro, todas las salas bien preparadas con lienzos preciosos, colchas bordadas en oro y plata, pero lo que más me llamó la atención es que no tenían servicios y hacían sus necesidades en escupideras antiguas que luego tiraban al río y no se lavaban, menudo olorcillo tendrían, por lo visto, según nos contaron, se lavaban una vez al mes, en una bañera grande calentaban el agua y era el Rey el primero en bañarse, y sin cambiar el agua, se aseaban detrás el resto de la familia, menudo plan para el que pasara el último por el agua jajaja. ¡Anda que no estaría sucia!, ah! y también recuerdo que dijeron que debido a que se lavaban tan poquito fue por ésto que inventaron los abanicos para aliviar los malos olores corporales que tenían la mayoría, la verdad que fue un buen invento jajaja, pero hoy se utiliza mejor para el calor , jajaja y lo negativo de toda esta historia de archi ricos, es que los demás estaban muriéndose de hambre, no hay derecho a ello, ni entonces, ni ahora. Fue un día muy bien aprovechado, la verdad es que mis ojos disfrutaron de lo lindo.
Se me ha olvidado decir que cerca de la plaza de la Concordia, esta la famosa iglesia de La Madeleine, preciosa también, pero ya sabéis que en las iglesias sólo hay santos, pero siempre es bonito de contemplar.
Otro día , nos fuimos a la zona de Monmartre, que es también un templo cristiano, con unas inmensas escalinatas que casi lo elevan al cielo, me gustó también bastante, porque está enclavado en un barrio bohemio, donde ves a pintores , pintando en las calles, haciendo caricaturas, había muchas tiendas de souvenirs, muchos bristroc o cafeterías con veladores callejeros, dando el solito, y músicos ambulantes tocando guitarras, acordeones, muy bonito el ambiente que yo vi allí. Por cierto, en esa misma zona, está ubicado el cabaret que creo que es de los más importantes del mundo, el Folie Bérgere, donde trabajó Norma Duval.
Y ya el último día, nos fuimos a visitar Eurodisney, ¿Qué contar de esta maravilla animada?
Disfrutamos , al menos yo, como una niña, cuando llegamos a la entrada, y vi el reloj gigante adornado con la imagen de Mikie Mouse y nada más acceder al recinto, ver a lo lejos el castillo encantado de Cenicienta, y los miles de puestos que había allí, con figuras Disney por doquier, gentes variopintas de todas las nacionalidades, pasando cada uno a nuestro lado, hablando en su idioma, era impresionante, vimos la cabalgata, de todos los personajes en vivo, con una música que quise recordar para siempre y me la traje en cd, porque ese día no lo olvidaré jamás , aquello es precioso y si se es niño, mucho mejor aún.
Bueno ya para terminar diré que justo en este parque Disney, entramos a una salchichería a comprarnos unos bocatas, y me pongo yo muy atenta a hablar en francés y me dice la muchacha que estaba atendiéndonos, yo soy española, si quiere podemos hablar en español, ¡Qué descanso me entró! Jajajaja
En fin, los cinco días más maravillosos de toda mi vida, sin dudar, lo pasamos genial, nunca lo olvidaré, me supo a poco. Lo que no sabía yo es que volvería años después, ocho años concretamente, con mi hija, y aunque me traje un buen recuerdo de esa ciudad, si viví también una experiencia luctuosa, que creo que fue la casualidad, sin más, pero desgraciadamente tuve que estar allí para ver la realidad con mis propios ojos, realidad que a veces por desgracia, es demasiado cotidiana en las grandes ciudades.
Os cuento y acabo mi experiencia vale. Resulta que una de las noches que maxi y yo salimos de la pizzería , después de cenar, nos fuimos a una gran avenida a pasear, no recuerdo el nombre, eran las once de la noche o así y apenas había gente en la calle ya, entramos en una cabina de teléfono para hablar con nuestros padres. Maxi hablaba por el teléfono mientras yo ojeaba la avenida, y justo en frente como a unos cien metros de distancia, había un semáforo, y se puso en rojo , deteniéndose dos coches, uno seguido del otro, a esto que veo que se bajan los dos conductores, y empiezan a discutir, el del coche trasero se fue en un momento dado hacia su coche cogió algo y se fue otra vez hacia el otro hombre, y le dio como un puñetazo en la barriga o así, y veo que éste se cae desplomado al suelo , yo en ese momento pensé que le habría dado un puñetazo en el estómago que eso tiene que doler bastante, pero claro, quedó inerte en el suelo mientras el otro, se montaba en su coche corriendo y salía disparado, mira que tonta que no miré la matrícula, es que fue como una película y demasiado rápido para reaccionar. A continuación salieron dos chicas del coche del difunto y se agacharon pero el chico no se movía, empecé a contarle a maxi lo que había visto y enseguida llegó una patrulla de policías y luego vino la ambulancia, pero se acercaron a él, y supongo que al ver que estaba muerto, le pusieron encima un papel de esos dorados que ponen a los difuntos en las calles, por accidente o lo que sea, mientras las chicas pasaron al furgón policial supongo que a declarar. Pero yo que fui testigo, ¿cómo testificaba si no hablaba su idioma? pero lo vi todo. Así que como he contado antes, fue un hecho deleznable, luctuoso y me sentí mal por no poder ayudar, pero creo que hicimos lo correcto, salir de la cabina e irnos al hotel, porque ya poco podíamos hacer, además fue tan rápido que no me fijé en demasiados detalles y quizás no hubiera servido de mucho.
En fin, y aquí termino mi narración, que espero que os haya gustado, o entretenido más bien, sólo puedo deciros que si alguna vez tenéis la oportunidad de ir a ver París, no la desaprovechéis porque merece la pena. A mí me encantó y quisiera volver, eso espero, al menos, ahorraré para poder ir de nuevo, aunque Maxi prefiere ir a otro sitio ya, porque tiene París muy vista, pero a mí no me cansa para nada, jajaja.