Hoy hace un año que tu corazón decidió marcharse y sé que estás ahí arriba, en forma de estrella límpida, brillante y siempre al ladito de mi madre, a la que tanto amaste y adoraste.
Perdona Papá si evoco tu espíritu, que se ha transfigurado con tu muerte. Ahora eres mi otro ángel de la guarda. Sé que descansas eternamente junto a mamá y yo estoy feliz por ello, pero por el cariño que nos tuviste, por ese afecto comedido que nos ofreciste en todo momento y a pesar de este tiempo que ya se hace duro sin ti y de que cada día 9 de Mayo será triste para mí, quiero que toda esa ternura, todo tu esfuerzo por ser un gran padre, tu sólido apoyo siempre, tu buen trabajo para sacarnos adelante y hacer de nosotros buenas personas, tu bondad para con los desfavorecidos, tu honradez, tu buen talante, tu positividad, tu creatividad ,todo eso haré que no caiga en el olvido, porque eso sería peor que la propia muerte.
No permitiré que nunca se me olviden los recuerdos vividos a tu lado, esos están grabados a fuego candente en mi mente y en mi corazón. Aunque a veces la soledad de tu habitación, se haga patente, siento como en la atmósfera, esa que me envuelve cada día, en ese rayo de sol desde donde me iluminas cada amanecer para que siga adelante, esas palabras tuyas de consuelo y de apoyo, siempre presentes en mi mente, tu ejemplo siempre vivo, todo eso hace que tu recuerdo imborrable, tu voz divina y tu espíritu sosegado, me invadan con dulzura todos los días de mi vida y deseo que tu esencia nunca muera, mientras que los que aquí te hemos querido y te queremos, te recordemos.
Estoy muy orgullosa de ti papá, un beso al cielo para mis dos ángeles. Os quiero. Espero algún lejano día, poder reunirme con vosotros en el firmamento.
Tal día como hoy hace un año que nos dejó mi querida tía Pepa (Mi maína).
Triste aniversario para mí y los que la conocimos y quisimos, aunque seguro que llegó al largo camino de la eternidad, en forma de Estrella Polar, brillando como la que más, contenta y feliz, con los suyos allí estará.
Sentí mucho tu pérdida en mi corazón. A veces o casi siempre, no estamos preparados para decir un adiós definitivo a nuestros seres queridos, aunque te estés haciendo a la idea. Es un duro golpe, que atenaza nuestra alma y hace que divaguemos en ese momento, pensando si desde ahí arriba, nos estarán observando y protegiendo como un buen ángel de la guarda. La falta, la ausencia, pesa en nuestro ser, los recuerdos de antaño, es lo único que nos queda, pero a pesar de la triste partida, siento su presencia conmigo, como si no se hubiera ido.
Fuiste una mujer dedicada a tu familia por entero y conmigo fuiste especial, cosa que siempre te agradeceré.
A veces, me invade la nostalgia, te echo de menos, sobre todo al llegar esta fecha tan señalada, pero me consuelo con los recuerdos vividos a tu lado, los de una mujer llena de fuerza y con mucho tesón, siempre positiva.
Maína, escucha lo que te quiero decir, sigues aquí, tu esencia vive con nosotros, toda tú, plasmada en nuestra memoria, hará que nunca te olvidemos, porque sólo se muere cuando en los recuerdos se deja de existir, así que allá donde estés, seguiremos recordándote siempre.
¡Ojalá! , alguna vez pudiera conseguir una escalera con tantos peldaños que llegará fácilmente a las puertas del cielo. Preguntaría por ti, volvería a verte, a darte un abrazo, un beso y después me volvería a la tierra.
Sería muy feliz, viviendo ese momento, mientras, viviré con este sueño para que se haga realidad y cada día de mi vida, me acordaré de ti con mucho cariño.
D.E.P querida maina. Te quiero y te envío un enorme y cariñoso beso ahí al cielo.
Tu sobrina.
Mª Isabel.
Hace justo una semana, a las 7´30 de la mañana, del día 23-F, ¡qué fecha histórica para España! ¡y desgraciadamente, también para mi alma!. Falleció mi Madrina, mi tía Pepa, o “Maina”, como yo la llamaba desde pequeña, porque cuando era una cría, no sabía pronunciarlo y en vez de madrina, yo le llamaba Maína, y así la he llamado hasta el último día de su existencia, en el que cerró sus ojos para siempre, después de ir apagándose muy poquito a poco.
Todavía tengo en el recuerdo, por fotos, cuando mi madre me parió hace 47 años y ella acarició mi pequeño cuerpo, vestido con el traje de cristianar y en sus brazos me llevó a la pila bautismal. Con el agua bendita, rociada ufana y fría por mi pequeña cabecita, me vio llorar y llorar, como lloro ahora su gran pérdida y ausencia, que aunque es ley de vida y la he disfrutado muchos años, afortunadamente; incluso más que a mi propia madre, pero la siento tanto, que a cada rato, creo desesperar.
¡Qué vacío se ha quedado ese patio compartido!, ¡Qué silencio sordo se ha apoderado de él!, ya no oigo tu voz llamando a Juan, a mi hija, o a mí misma. Ya no huelo tus riquísimas comidas, ya no te veo regando tus macetitas y defendiéndolas de las molestas hormigas, o con las golondrinas, encaramadas en el tendedero del patio y excretando cada día. O limpiando la acera, viéndote pasar por mi ventana, o ir a por el pan. ¡Qué solo se ha quedado ese huequecito de al lado! Prefiero no mirar, ni pensar.
A la salida de mi casa, cada día, siento que vas a salir por la puerta, para despedirnos, como solías hacer, o para recibirnos cuando llegamos del instituto, o del pueblo, pero la triste realidad me hace desesperar y que se me caigan los palos del sombrajo, cuando pienso que eso nunca más sucederá. ¡Qué triste es a veces esta vida! Faltan las personas queridas y no puedes hacer nada por evitarlo, de repente de una manera fría pasan a desempeñar el viejo oficio de difuntos, y desaparecen de tu lado. Ya no habrá más Nocheviejas juntos, pero seguro que un recuerdo tuyo entre los que quedamos, nunca faltará.
Anoche soñé contigo, miraba al cielo y en vez de verte, allí tumbada en tu catafalco, tranquila y dormida para siempre, con una expresión eterna de dulce paso por esta vida, que tú no recordabas a ratos, te vi andando por las nubes, jugando con los angelitos, porque los niños siempre te han gustado, con una sonrisa abierta y sincera, disfrutabas de su compañía en paz y contenta por haberte reunido por fin con los tuyos y porque ya no sufrirás más esos ataques de ansiedad, ni los dolores de estómago que tanto te hicieron pasar.
Tu pobre marido Juan, muy solito y desvalido se ha quedado, pero esta vida sigue adelante, con mucha pena, por tu ausencia. ¡Te has ido tan rápido! Acompañar a todos los que se fueron antes, es ahora tu prioridad. Dale un beso a mi querida madre en tu camino hacia la eternidad.
En mi recuerdo, en mi mente y en mi corazón, quedará siempre, tu imagen, tu voz, tu sonrisa, tus malos y buenos momentos, tus buenas acciones, los favores prestados que siempre te agradeceré, tu platito de comida para que lo probáramos, tu dadivosidad, tu amor por mi hija y por mí, que tanto nos recalcabas diciendo: “Si os he visto nacer y casi os he criado también”. Orgullosa estarías de este escrito si pudiera leerlo en voz alta para ti, pero no querría hacerte llorar, es mejor dejarlo aquí plasmado para siempre, por si desde el cielo, ese cielo azul tan bonito puedes verlo y que te lo lean los angelitos del cielo.
¡Pobrecita! Ya descansaste en paz, qué triste nos hemos quedado, y qué triste fue seguir tu féretro por el camino de cipreses hacía tu posada eterna y qué sola te quedaste después de tu entierro. Te prometo llevar flores a tu sepulcro, puntualmente, flores hermosas y frescas, de esas que tú misma cultivabas y que tanto te gustaban. Y qué triste ver tu esquela en el periódico matutino, cuando en vida ni siquiera hubieras podido leerlo por ti misma. Nunca pensamos que algún día llegará la nuestra y no sabremos qué escogerán para poner en nuestro epitafio, pero quedará imborrable nuestra impronta en ella para siempre.
Te prometo, que siempre recordaré: tu esencia, tu presencia, tu amor, y te defenderé a ultranza, ante quien sea, manteniendo vivo tu recuerdo y tu nombre, intacto y ufano para siempre.
¡Descansa en paz, tía Pepa! Mi madrina de bautismo, (Mi maína querida) ¡nos veremos en el cielo! Te quiere mucho tu ahijada Mª Isabel.
Todas las Navidades suelen ser especiales, pero esas de antaño cuando estábamos todos era muy diferente a las de ahora. Pues uno de mis grandes amores no estará ya conmigo; no quiero nada de regalos, sólo deseo tener una escalera dorada lo bastante alta para poder ir a abrazar a alguien, que se fue demasiado pronto, tampoco necesito un ángel en mi árbol de Navidad, porque siguiendo la estrella, llego a uno que me guía desde el cielo. No voy a disfrutar ni a gozar de su presencia, pero tengo impregnada su esencia y su recuerdo imborrable y eso me reconfortará mucho más en esta Navidad y en las que vendrán. Esta y algunas otras razones me han hecho recordar como pasábamos aquellas navidades. Por eso desde entonces la Navidad para mí será diferente , ya no es lo mismo, aunque se intenta celebrar por los demás y quiero pedirle a los “Reyes Magos” lo que me gustaría tener para este 24 de diciembre y el año nuevo que pronto llegará: “en esta Navidad quiero pedirte que me ayudes a ser cada día una mejor persona para poder proyectarlo a los seres que conviven conmigo en cualquier lugar y en cualquier circunstancia y así convertirme con el tiempo en un alma cándida e invisible, que aunque esté ausente pero vivirá y recordarán, todos aquellos que me conocieron y que sin duda me amarán.
Por otro lado, las navidades siempre son épocas de: “Comprar, comprar y comprar y de gastar, gastar y gastar. Ni una ni otra palabra salen en ningún villancico (al menos que yo sepa) y, sin embargo, suenan casi más a Navidad que el pesebre, los pastores y la estrella de Belén.
Vas por las calles del centro de tu ciudad abarrotadas de gente, admirando las luces navideñas por doquier, el gentío sonoro e impresionante, los escaparates decorados con ambiente navideño e iluminados como la diosa luna, con lucecitas de colores, guirnaldas y bolitas de navidad. Huele en el aire a mantecados dulzones, mazapanes de diseño y turrones de muchísimos sabores y mientras, miro a la gente presurosa, todos con varias bolsas en la mano, seguramente regalos o comidas para la noche importante en familia, para quien tenga la dicha de tenerla.
En el paseo te paras a admirar ese Belén tan bonito, en un rincón está el Nacimiento. En el portal, preside la fiesta San José, enfrente mirando con cara de amor exultante al recién nacido, la Virgen María, con su manto de colores, su corona de rayos de oro y su semblante de amapola. Por entre la terca y apacible mula y el paciente y pesado buey, asoma su pequeña cabecita el Niño de Dios.
¡Qué bella estampa!, pero si vuelves la vista atrás en el tiempo, recuerdos grabados en mi corazón, renacen en mis pupilas y en mi mente, esos donde una familia normal, reunida como cada Diciembre para celebrar la tan ansiada Navidad. Compuesta por el padre Tomás, la madre Concha, el hermano mayor Paco, el hijo mediano Tomás y la hija menor Mª Isabel y la nuera en aquella Navidad y que aún es: Paqui. Con nuestro Belencito casero y ese humilde y luminoso arbolito de Navidad, comienza la cuenta atrás.
Todos reunidos para la ocasión, la madre se goza en preparar cuidadosamente la cena para los suyos, esos a los que siempre da tanto amor, la ha preparado con mucha paciencia, trabajo y cariño y sin duda, habrá de ser por demás esplendida, toda vez que esta noche no tienen cabida en el alma las penas, y las risas trinan como pájaros en los labios, y la champagne estalla al compás de los corchos de las botellas, con sus burbujas doradas hirviendo con frenesí, y el vino ríe a carcajadas cayendo en las copas resplandecientes. Y esos manjares especialmente comprados para los gustos más exigentes y para la noche familiar que cada año se repite, aunque nunca sabes si al siguiente faltará alguien a la cita, pero hay que disfrutar la ocasión.
Se da el pistoletazo de salida con el discurso de nuestro Rey, que está en la televisión, pero está tan empequeñecida su charla que entre los familiares riendo y hablando, apenas ni escuchamos sus consejos ni su voz.
Empezamos por los entremeses, las gambitas o langostinos da igual, buenísimos están, el quesito, el jamón y demás, luego la cena preparada con tanto cariño por mamá, ese pollito frito que tanto le gusta a mi hermano, el pavo imprescindible en la mesa de Navidad, no puede faltar y como final, el postrecito, tan rico como lo demás. Tanto trabajo te has dado mamá, sin pedir nada a cambio, sólo pasar un rato de gozo e ilusión por ver a tus hijos y tu marido juntos, tu familia , esa que formaste tú un día, reunidos ante la mujer más maravillosa de nuestra vida. Nuestra madre. La noche rueda divertida y algo misteriosa, con cánticos de villancicos tradicionales, pasan las horas hasta que ya todos agotados, decidimos irnos a descansar y mañana Dios dirá.
El próximo día es primer día de Pascua y ya es Navidad.